Obras de Misericordia

CORREGIR AL QUE YERRA (10)

Corregir al que yerra es una de las obras de misericordia más desarrolladas en la moral católica desde el siglo XVII, como corrección fraterna.

El enfoque del momento eclesial actual, más centrado en la misericordia, en la ternura y el corazón que en el mero cumplimiento de normas, nos pide que se practique con lucidez y con empatía hacia quien necesita de esa corrección.

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PERDONAR LAS INJURIAS (11)

Perdonar las injurias es, probablemente, la obra de misericordia más difícil de llevar a la práctica a causa de nuestra tendencia natural al rencor, el resentimiento y la venganza.

Sin embargo, las ofensas que no se perdonan de corazón, sino que se e guardan en él, acaban por irse adueñando de nuestra existencia y la llenan de amargura y odio.

Pero el perdón de corazón, el perdón bíblico, nos libera al hacernos capaces de mirar al otro sin juzgarlo negativamente, acogiéndolo y respetándolo tal y como es. Cada vez que perdonamos, nuestro corazón se pacifica.

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CONSOLAR AL TRISTE (12)

Consolar al triste, quinta de las obras de misericordia espirituales, ha de partir, ante todo, del amor, y debe hacerse desde la sintonía cordial con el que sufre.

El consuelo llega a partir de una experiencia de Dios que reclama abandonarse en Él; no es ausencia de dolor, sino capacidad para superarlo sin derrumbarse.

Los humanos somos una comunidad de heridos. Las heridas de Jesús "nos han curado". También nosotros podemos curar a otros a pesar de nuestras heridas siempre que las sobrellevemos con la paz del corazón, con espíritu de perdón y con esperanza.

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SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE LOS DEMÁS (13)

Sufrir con paciencia los defectos de los demás no se ha entendido tradicionalmente como algo atractivo, sino más bien al contrario.

Ser "misericordiosos como el Padre" (Lc 6, 36) nos lleva a contemplar esta obra de misericordia con una mirada distinta que apunta hacia el horizonte de la paciencia que el Padre tiene con cada uno de nosotros.

Esta paciencia y longanimidad que contemplamos en el Padre es lo que nos hace a nosotros ser pacientes con los demás e introducirnos en esa corriente de misericordia de Dios que alcanza nuestra vida.

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ROGAR A DIOS POR VIVOS Y DIFUNTOS (14)

Orar a Dios por los vivos y los difuntos es hacer más consciente esa comunión que existe entre todas y cada una de las personas -quienes peregrinamos en este mundo y quienes ya han concluido esta peregrinación-. Es reconocer que nuestras vidas, cada una personal y única, son y se sustentan en Dios, origen que nos convoca en el amor y la libertad.

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