Obras de Misericordia

14 LIBROS BREVES. AGIL FORMATO. FIRMAS DESTACADAS, UN MENSAJE SIEMPRE ACTUAL.

"Deseo vivamente que el pueblo cristiano reflexione, durante el Jubileo, sobre las obras de misericordia corporales y espirituales" (Papa FRANCISCO).

Visitar y cuidar a los enfermos es un precepto antiquísimo, un deber ético y un sentimiento muy intenso, especialmente cuando se dan vínculos de afectividad.

Pero, si queremos que sea una correcta expresión de misericordia, ha de ser también un arte que debe realizarse con prudencia, puesto que la mera actitud compasiva no garantiza que se haga de manera adecuada.

Hemos de "poner más corazón en las manos" para que, donde haya una persona que sufre, haya otra que se preocupe de ella con todo el corazón, toda la mente y todo su ser.

Dar de comer al hambriento se refiere a una necesidad muy básica que nos sitúa frente a una gran pobreza, ante una situación miserable, de abandono, que nos invita a entrar en contacto con los últimos, con los favoritos del Señor.

También nos plantea un deber de justicia. En palabras de San Gregorio Magno: "Cuando damos las cosas necesarias a los pobres, no les estamos dando generosamente lo que es nuestro, sino que les devolvemos lo que les pertenece, estamos pagando una deuda de justicia".

Dar de beber al sediento, como las demás obras de misericordia, nos muestra una manera más de "darse", de expresar la misericordia para con los necesitados.

En la Sagrada Escritura, el agua tiene múltiples significados derivados de su uso simbólico: purifica, sana, da vida... sacia. En nuestro tiempo, la práctica de esta obra parecería resultar anacrónica. Sin embargo, el agua sigue siendo un problema serio para muchas personas.

La complejidad y las proporciones de la sed en la actualidad exigen nuevas formas de "mirar" a los sedientos de hoy.

Dar posada al peregrino puede hacernos evocar meramente la ruta jacobea. Sin embargo, esta obra de misericordia es más amplia.

La identidad del peregrino ha adquirido la dignidad noble de quien se dirige, por alguna razón espiritual, hacia algún santuario o lugar sagrado. Lo importante aquí no es a dónde se dirige, sino por qué camina hacia allí.

Vestir al desnudo es algo más que dar ropa o vestido a quien lo necesita. Hay una desnudez mucho más profunda. Es la desnudez moral de quien siente el frio de un mundo que lo descarta, incapaz de arropar sus necesidades; de un mundo y una humanidad sin ese calor necesario que da dignidad a toda persona.

Redimir al cautivo, sexta obra de misericordia, nos invita a centrar la mirada en aquellos que se encuentran privados de libertad por múltiples razones.

En esta páginas se aborda la cuestión de la cautividad y la redención iluminada desde la utopía de la libertad que nos propone Jesucristo, tratando de actualizar el argumento a nuestros días.

Enterrar a los muertos es la séptima obra de misericordia corporal. Se puede llevar a cabo de múltiples maneras.

Cuando la muerte nos sorprende, muchas personas hoy se encuentran alejadas de la experiencia trascendente que tradicionalmente dota al ser humano de un punto de apoyo.

Nuestra sociedad necesita aprender de nuevo a morir con dignidad, a acompañarse, a aceptar lo irreversible y a mantener los rituales de tránsito que ayudan a neutralizar la angustia.

Enseñar al que no sabe, la primera obra de misericordia espiritual, ha de poner el acento en la vinculación entre la educación y el amor.

Enseñar no se reduce a aportar conocimientos, se refiere a hacer que el otro saque lo mejor que lleva dentro y fructifique abriéndose a nuevos aprendizajes. Más que de "enseñar" y "aprender" hemos de hablar de "educar".

La educación es un derecho básico que se funda en la dignidad humana. y no puede ser ajena a la adhesión a la fe en Jesucristo.

Dar buen consejo al que lo necesita no es, únicamente, una cuestión ética o moral, sino también teológica. Como obra de misericordia expresa la Misericordia de Dios que se derrama sobre nosotros y que se manifiesta a través de quienes realizan esas obras. "Quiente creó sin i, note salvará sin ti" (S. Agustín). Dios no quiere salvarnos Él solo, sino en alianza con nosotros y lo hace a través de mediaciones. El buen consejo ofrece al que lo necesita una nueva visión para descubrir la realidad desde otra perspectiva que le ayude a cambiar e integrar lo aprendido.