No son pocos los que se preguntan: ¿siguen siendo hoy profetas los religiosos y las religiosas? ¿Qué queda del verdadero profetismo? Las personas consagradas bien saben que no hay profecía auténtica sin el primado de la fe, sin el primado de Dios. Habrá verdadera profecía si se sabe dar testimonio del amor apasionado de Dios, anunciando su designio maravilloso y denunciando lo que atenta contra él.
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