El proceso de convertirse en discípulos inaugura un nuevo juego relacional entre Maestro y discípulo que nos alcanza en el corazón mismo de nuestra autonomía y consistencia personal, en nuestra vida relacional o profesional. Más allá de lo frágil de nuestra decisión de seguirlo, contamos siempre con la fuerza del que nos atrae incansablemente hacia su Padre y su Reino.
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[1] http://www.publicacionesclaretianas.com/dolores-aleixandre