A veces, consciente o inconsciente, las personas consagradas han vivido el descuido de las exigencias que se derivan de su condición humana. Sin embargo, el sentido de la vida religiosa no pude ser otro que vivir un proyecto verdaderamente humano y humanizador. La vida religiosa, mirando a Dios, descubre en Él la medida de lo que significa realmente ser hombre y mujer
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