La primera dimensión de la vida de Jesús es su inmediata y total referencia al Padre. Su virginidad, obediencia y pobreza tienen esta dimensión teologal. Pero Jesús vive al mismo tiempo enteramente para los hombres, sus hermanos. Si los religiosos queremos seguir e imitar evangélicamente a Jesucristo, tenemos que hacer de nuestra vida una opción radical por Dios y, a la vez, una opción radical por el hombre.
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