Es bueno y necesario que nos dejemos invitar a la felicidad, pero a la felicidad... evangélica. El rostro del cristiano, para que sea testigo de felicidad para los dos hemisferios del mundo deberá reflejar el entusiasmo de una vida plena del Dios-Amor y del amor a los humanos como hermanos. Tomarse en serio el don de la felicidad para ofrecerla y compartirla..
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[1] http://www.publicacionesclaretianas.com/bartomeu-bennassar